miércoles, 28 de octubre de 2009

LLEGÓ BERTA, SE CUMPLIÓ LA MAGIA




Cuando llegues a casa y abras los ojos
verás que desde arriba otros ojos te miran
con la curiosidad y el ansia
de quien quiere comprender
esta especie de magia.
Es Mo el que se asoma,
el que querrá cogerte
y saber que eres de verdad
que ese anuncio de Berta
que ya duraba tanto tiene forma por fin
y que aparte de lloros trae a casa si cabe
otro millón de alegrías guardado.

sábado, 10 de octubre de 2009

DE RUPIAS Y EUROS Y OTROS REGATEOS

Por fin he recuperado el cuaderno de notas del viaje después de que las copiosas lluvias caídas semanas pasadas arrasaran con todos los papeles y carpetas que estaban en el suelo. Se han ido secando poco a poco y vuelvo a las numerosas notas que tome durante el viaje para hablar de algo que al final me hizo sentir vergüenza y realizar un planteamiento ético del regateo.
Como en otras zonas del planeta se encuentra instalado el sistema del regateo cuando vas a comprar y no te queda más remedio que hacerte con las estrategias para integrarte en su sistema comercial. Nada está a salvo del regateo, nada de lo expuesto tiene un precio fijo pero si un valor. Un valor en muchos casos artesanal que no se computa desde nuestra referencia del valor del trabajo. El valor que ese material ha adquirido al ser modelado por el trabajo y la creatividad humana. ¿A cuánto valen sus horas de trabajo?
Viajo de vuelta en el tren que me lleva a casa (Alaris), acabo de pagar 4 euros por un café con leche y un croissant. Cuatro euros en Leh equivalen a unas 268 rupias. Algo más que eso me ahorré yo al comprar unos Mandalas pintados a mano que son una delicia. Es decir que después de media hora regateando me ahorre 6 euros por mandala.
Un compañero de viaje y avezado regateador me dijo que hay que ofrecer la mitad de lo que pide como mucho y así, con ese margen negociar una subida que nunca llegará a la otra mitad que nos separa.
Con el paso de los días y la práctica habitual del regateo he llegado a un límite, cuando tomé conciencia que estaba regateando una compra de incienso que al cambio costaba 3 euros। Fue entonces cuando me dije que esto estaba contradiciendo mi forma de pensar, mis ideas sobre un comercio justo y tantas tantas ideas। No tuve más ocasiones de ponerme a prueba, aunque en muchos aspecto Leh es como un pequeño mercado donde es imposible mantenerse al margen, el dinero que dejamos los turistas es su gran riqueza pero, aunque no se cómo, sé que puede ser un intercambio más justo.