miércoles, 30 de abril de 2008

PEPE

Acabo de recibir un correo de Pepe. Como siempre sus palabras rebosan vitalidad, rebeldía, pensamiento libre y sobre todo afecto. Recuerdo muchos momentos maravillosos a su lado, pero recuerdo con especial cariño la cena de Puyuhuapi . El viaje había sido tremendamente largo, pues veníamos de Trévelin (Argentina) y unos problemas sin importancia nos retuvieron en la frontera cerca de tres horas . Después de cruzar y comer en un pequeño pueblo chileno llamado Futaleufú ,equivocamos el camino para llegar a conectar con la carretera austral, que cruza Chile de norte a sur. Al parecer un desprendimiento se había llevado el puente por el que debíamos cruzar, aunque nunca tuvimos la certeza de la existencia de un puente, en cualquier caso la equivocación nos dio la oportunidad de adentrarnos en un valle verde y profundo. Los cuerpos estaban un poco resentidos por las horas y el firme de ripio cuando un golpe seco nos despertó del letargo. Al parar, nuestra primera sorpresa fue descubrir que la puerta no se podía abrir, pues al parecer una piedra acababa de romper el circuito hidráulico que la hacía funcionar. Una avería más que se sumaba al cristal de la ventana roto y a la piedra alojada entre las ruedas y que demoró la salida por la mañana. Al cabo de una hora aproximadamente paramos en un lugar bastante desértico llamado "La Junta", una especie de tienda grande y unos servicios. Al parecer su nombre se debe a que es punto de encuentro y aprovionamiento de los escasos y dispersos asentamientos ganaderos de la zona. Aquí tabién descubrimos con sorpresa e indignación que la carretera austral recibe también el nombre de augusto pinochet ( con minúsculas y en pequeño).En fin que ya de noche entramos en Puyuhuapi y fuimos directamente a cenar, pues corríamos el riesgo de que cerraran. Recuerdo el bar acogedor cerca del lago. La mesa era redonda y a pesar del cansancio y el hambre nos sentíamos muy alegres. Recuerdo que cenamos trucha asalmonada pero mis mejores recuerdos se deben a la conversación íntima, emocionada y cómplice que compartimos. Pepe no sólo es un excelente conversador sino que es un excelente escuchador. Pronto descubrimos que cuando menos nuestras almas se miraban sin reservas ,así que fuimos recorriendo todo tipo de temas, política, educación, literatura, amistad, la vida y no paramos de sonreír y ser cómplices de otras conversaciones de nuestra mesa,a la que también estaban sentadas Rosa V,Xesca y Lina. Al final se hizo muy tarde y dormimos en un hotel precioso llamado Casa Ludwig, descendientes de uno de los fundadores del pueblo , de origen alemán, pues el pueblo fue fundado por alemanes.
Esa noche acabé durmiendo en el sofá de la sala después de la odisea de la ducha ( siempre se me acaba el gas), y de haber contemplado uno de los cielos más estrellados que jamás he visto .Al día siguiente volvimos a compartir otro de los momentos más emocionantes del viaje cuando en compañía de Pepe nos descubrirnos de pronto frente al Ventisquero colgante.

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