martes, 21 de septiembre de 2010

UN DÍA LA MEMORIA

A mi hermana Carmen

Fue terrible descubrir
que algo sin forma roía su memoria,
y un sufrimiento helado asomaba en sus ojos,
-qué va a ser de mi- recuerdo
hoy sin consuelo,
una y otra vez saliendo de su boca,
como si el miedo más atroz hubiera derribado
a la mujer que nunca tuvo miedo.
Apareció de golpe, o lo vimos venir
e ignoramos la presencia
cada vez más absoluta del silencio,
dando nombres vulgares y disculpas
a sus despistes cada vez más comunes,
algo roía sin escrúpulos
la cabeza más lúcida en mi vida.
Tuvimos miedo, pánico
y una sombra gris nos derribó,
salimos con torpeza por una grieta de luz
hacia la noche y allí permanecimos
cómplices del dolor y del silencio.
Una, la mejor de nosotros,
tuvo la entereza de llevarle abrazos cada día,
de acariciar su rostro de mirada ausente,
de hablarle al oído de los demás y
aunque todo era hueco en su memoria
no dejó de batirse en el desierto
y sembrar alegría en esa arena infértil.
Dejaron de pasar las estaciones,
los cumpleaños y fiestas de guardar,
la vida se nos había escapado entre sus manos
y un falso corazón latía sin alma,
¿Dónde estaba mi madre?
¿Quién le robó el derecho
a envejecer con gloria?
El día que se fue
sentí una tristeza tan profunda
que no cabía dolor donde esconderse,
por fin la vida le ofrecía descanso
y era digna de llamarse Lucía.

1 comentario:

Anónimo dijo...

En algun momento la luz comienza