miércoles, 10 de junio de 2009

A MI AMIGO EVARISTO QUE SE HA IDO EN SILENCIO COMO LA BUENA GENTE


Hola, me llamo Luis y soy amigo de Evaristo y lo primero que se me ocurre decir es que se ganó la vida practicando el arte de enseñar a pensar, de enseñar que la vida es ingenua, curiosa, provocativa, dura en muchos casos y que todo eso y más residía en la palabra y ese profundo amor y conocimiento lo transmitía con la delicadeza de los sabios. Pero mi amigo Evaristo, nuestro amigo Evaristo tenía una pasión, su campo, y convirtió en vergel una desolada cuesta del término de Chiva. Con tesón, humildad y cojones, porque desplazar dos cubos de agua unos setenta metros cuesta arriba para regar un pino, no me digáis que no tiene cojones y desde luego mucho amor porque no siempre la tierra era agradecida. Luego llegó la hora de la tecnología y no le faltaba de nada, hasta aparentaba un poco al señorito andaluz que llevaba dentro.

Yo quería a Evaristo porque ante todo era buena gente, porque te sentías rápidamente acogido y experimentabas una sensación de bienestar. Yo quería a Evaristo porque era apasionado, lúcido y las conversaciones podían ser interminables. Era trasgresor y un provocador, lo que resultaba tremendamente sugerente pues te invitaba a mirar con otros ojos. Yo quería a Evaristo porque compartíamos un rinconcito para los sueños.
Estoy seguro que si cada uno de vosotros y de vosotras expresarais una sola idea sobre él , una anécdota, un recuerdo no habría bastante con el día de hoy . Los recuerdos nos unen a él y a nosotros para así mitigar el dolor. Eso es bueno
El domingo pasado me acerqué nuevamente hasta su casa. Descansaba tranquilo en la cama y de aquel encuentro escribí unas palabras que ahora quiero leerle.



EN LA MIRADA DULCE

Mientras regreso en tren con la serenidad
de que nada podré para evitar tu marcha
siento el calor de tu mano
y tu respiración agitada
luchando contra el tiempo.

Ha sido bello poder conversar como solíamos
dejando libres los latidos que alimentan el alma,
ha sido bello dejarme caer sobre tu oído
mis labios asomados a ese
acantilado de silencios
para decirte amigo, que no temas el viaje
que en el puse mi amor
y sellé en un beso para siempre,
como si siempre fuera la eternidad,
el abrazo más fiero y la mirada más dulce.

Ha sido bello alejarme de ti subido a un tren,
tú ya me entiendes.

1 comentario:

Eva Lamarca dijo...

años después, donde quiera que estés, yo sigo acordándome de ti y echándote de menos.
eva