A falta de dos días hoy preparaba o repreparaba lo que debo llevar al viaje a Ladakh. Laika no ha parado estos días de olisquear cada pieza, cada bulto que se amontona en el suelo de mi cuarto de trabajo. Asoma su cabecita una y otra vez dentro de las mochilas vacías y luego me mira. Sé que me pregunta y me hace sentir un poco culpable porque no le puedo decir que no vendrá conmigo. Va y viene cada vez que me oye manipular. Se sienta en el suelo y no pierde detalle. Se estira y cruza sus patas, me observa. Si salgo de la habitación sale tras de mi y regresa conmigo para seguir mis labores y su tierna compañía me ayuda a encontrar la forma de que quepa todo y que nada importante se quede sobre la mesa. Desde siempre hemos sido excelentes compañeros de trabajo. Siempre me acompaña en mis quebraderos de cabeza, sentada en la butaca haciendo que duerme para entrar en alerta ante cualquier sonido amenazante como el timbre del vecino.
Sé que me echarás en falta y que mimos te sobrarán por todas partes, pero ¿Cómo puedo decirte que aunque pasen más días de los que tu cuentas yo volveré? ¿Cómo puedo decirte que alargaré mis pensamientos hasta tus sueños para que no estés triste?
PD: sólo quien tiene una mascota entenderá lo que acabo de escribir. Es algo así como contarle a alguien lo que es el amor sin que lo haya experimentado.
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